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Mi Pequeño Rincón en el Internet Muerto: El Último Grito Desesperado (y Quizás Inútil) de Rebeldía

Redes sociales murieron: ahora son granjas de atención donde te silencian (shadowban) si no bailas su canción. Frente al Internet Muerto —botificado y controlado— tener tu web es plantar un árbol en un bosque en llamas.

Bienvenido. O mejor dicho, ¿estás seguro de que quieres estar aquí? No hay algoritmos brillantes guiándote, ni notificaciones estridentes reclamando tu alma por 15 segundos más, ni influencers prometiendote una vida utopica donde nada les molesta en la vida. Solo esto. Palabras en una página. Mi página. Qué concepto tan… anticuado, ¿verdad?

Ah, las redes sociales. Esas maravillas modernas que prometían conectar al mundo. Qué bonito, qué social. Hasta que dejaron de ser sociales para convertirse en redes de atención. Granjas industriales donde nosotros, los usuarios, somos el ganado. Pastamos en contenidos adictivos, nos ordeñan los datos y, si por casualidad intentas ladrar algo que no sea el sonido pre-aprobado por el algoritmo… puf. Shadowban. Silencio digital. Desapareces. Como si nunca hubieras existido. Porque claro, ¿quién eres tú para pensar que tu reflexión sobre la poesía del asfalto mojado es más valiosa que el vídeo del gato que se cae del sofá por enésima vez? El sistema necesita su dosis de engagement, criatura. Y tu poesía no vende.

El internet abierto, esa utopía de garajes y sueños, se redujo a lo que ves: cuatro o cinco muros digitales enormes. Todo pasa por ahí. Todo se filtra ahí. Todo se controla… para eso. Para que compres. Para que deslices. Para que nunca, jamás, te detengas a pensar demasiado. Para que tu indignación sea un hashtag efímero y tu alegría, un emoji. Es brillante, en su perversidad. Nos dieron el mundo en la palma de la mano y lo convirtieron en un centro comercial vigilado.

Y entonces, en medio de este paisaje desolador, surge la idea más ridícula, más quijotesca, más patéticamente rebelde: Hacer tu propia página web.

Sí. Como en los viejos tiempos. Un pedacito de tierra digital que es tuyo. Sin algoritmos caprichosos dictando quién lo ve. Sin reglas de formato impuestas por el Dios del Scroll Infinito. Sin tener que disfrazar tu pensamiento complejo en un titular clickbait. Es poner una bandera en un territorio abandonado.aunque solo te visiten un par de bots rusos.

Porque ni siquiera he tocado el tema más deprimente: el Internet Muerto. No basta con que el sistema te silencie si no imitas tendencias. No. Tiene que llenar el vacío que dejas. Legiones de bots, cuentas falsas, IA generando ruido convincente… inundan los espacios. ¿Discusión genuina? Difícil. Es un teatro. Una obra absurda donde actores sin rostro fingen pasiones, opiniones, debates… todo para mantener la máquina del engagement engrasada y girando. Para que nunca sospeches que detrás del telón, solo hay cables y frío cálculo. ¿Quién controla a los titiriteros? Mejor no preguntes. Duele menos.

Así que, ¿por qué hacer esto? ¿Por qué escribir aquí, en mi pequeño rincón polvoriento del ciberespacio, sabiendo que probablemente nadie lo leerá, o que si lo leen, será por accidente, entre un meme y un anuncio de cremas

Precisamente por eso.

Publicar en mi propia página es el acto más puro de protesta digital que me queda. Es negarme a ser solo un dato en su granja. Es rechazar la jaula dorada (y adictiva) de las plataformas. Es decir: "Mi voz existe, aunque solo sea para el vacío. Mi pensamiento tiene un hogar, aunque esté en el callejón más oscuro de la red". Es un grito de autonomía en la era de la homogenización forzada.

Es plantar un árbol sabiendo que el bosque está en llamas y que nadie vendrá a verlo crecer.

Puede que sea inútil. Probablemente lo sea. Pero en este gesto aparentemente insignificante –escribir en mi propio sitio, diseñar mi pequeño feudo sin permiso de los señores feudales de Silicon Valley–, hay una chispa de esa vieja rebeldía que encendió la web. La revolución ya no es viral. Es silenciosa, personal y terriblemente solitaria. Y tal vez, solo tal vez, sea el único acto genuinamente libre que nos queda en este enorme, ruidoso y desesperanzador… cementerio de atención.

Si has llegado hasta aquí, gracias. Eres una anomalía. Un fantasma en la máquina. Ahora vete, antes de que los algoritmos noten tu ausencia y envíen a los bots a recuperarte. Yo seguiré aquí, escribiendo en mi esquina del Internet Muerto. Por puro y ácido placer de ser dueño de mi propio silencio.